Rafael Nadal se instala para siempre en el paraíso, único después de vencer en el segundo acto de la final de Roland Garros a Novak Djokovic. Ha ganado un título, su preferido, pero la victoria altera la historia porque es la séptima vez que lo hace, mejorando al mito de Bjorn Borg y caminando desde ya por lo desconocido. Nadie había llegado hasta aquí y él lo ha hecho después de dos semanas magníficas de tenis en las que ha perdido un solo set. Definitivamente, y tras una final memorable, Nadal es el rey de la tierra.
Es la crónica de una final escrita en dos tomos. El domingo, Nadal iba como un tiro con 6-4, 6-3 y 2-0 en el tercer set, magnífica su puesta en escena, a un palmo de la cima hasta que la lluvia le cambió la cara. Mojó durante toda la sobremesa, pero a partir de ahí se hizo más evidente y cambió por completo el desenlace. Djokovic despertó y enlazó ocho juegos consecutivos, la peor racha de Nadal en todas sus presencias parisinas. La lluvia alteró los planes del español.
Básicamente porque el suelo estaba imposible y las bolas no cogían sus efectos, fundamentales cuando se mide al número uno. Quedaban siempre a la altura de la cintura del serbio y ahí es mortal, agresivo en cada golpe. Fue revirtiendo la situación y enderezó un pulso que se le había puesto muy cuesta arriba.
Pero el lunes obligaba a un partido completamente nuevo. Nadie sabía a quién podía beneficiar el parón, aunque la lógica indicaba que a Nadal le ayudó que se aplazará en ese punto porque estaba descolocado. Sin embargo, ganó el último juego del domingo y eso alimentó su esperanza.
Nadal y Djokovic se desafiaban de nuevo en la Philippe Chatriercon dos objetivos tremendos. Estan los siete mordiscos del español por un lado y el Grand Slam del serbio por otro, objetivo pendiente para un competidor fantástico. El resultado final se entiende por la constancia del balear, imponente en los momentos imporantes.
La batalla se retomó en un escenario impropio de una cita tan especial.Había muchísimos asientos vacíos en la pista central, consecuencia directa de jugar un día laboral. Y empezó al saque Djokovic, iluminado por el resurgir en la tarde dominical.
Cada punto se celebraba como si fuera un gol en el último minuto, una guerra psicológica incomparable. Para empezar, Nadal se pone 30-40 y firma el break con muchísima fortuna, ayudado por la cinta. 2-2 y vuelta a empezar.
El balear entiende lo que hay en juego desde el inicio. Se crece con su saque y lo mantiene en blanco, llegando hasta los 204 kilómetros en su servicio y más tarde hasta los 207. Su palco, sobreexcitado, le motiva como nunca mientras el de Djokovic espera un momento que nunca llegará.
Se suceden los intercambios con una intensidad bárbara. Hay tanto en juego que nadie concede un milímetro, se juega con el alma. Nadal está enchufadísimo y encuentra todo lo que perdió con la lluvia 24 horas antes. En el bando opuesto, Djokovic, que se golpea en la cabeza para no romper más raquetas ya que está amonestado, no se explica cómo su rival llega a todas y encuentra todas las líneas. Y vuelve a lloviznar.
A los 18 minutos se mira al cielo y se abren las paraguas. Todo es épica en esta final de locos, que perdurará para siempre. Nadal se da prisa porque las nubes van cargadísimas y la previsión invita a pensar en una tarde de diluvios. Pero Djokovic se resiste, está persiguiendo el Grand Slam.
El marcador se pone 5-4 para Nadal, a un juego del séptimo Roland Garros. Para entonces, el serbio solicita al juez de silla que comprueba la pista, cada vez más pesada. Llueve con fuerza y el partido se interrumpe un par de minutos. A Nadal no le interesa, él quiere seguir. A jugar.
Djokovic se defiende como un león con su servicio y entonces sale el sol para la foto, así de inexplicable es todo en este encuentro, salpicado también por la polémica arbitral. La grada está encendida y trata de sostener al serbio cuando el resultado pasa a ser de 6-5.
La gloria esperaba definitivamente a Nadal, que llora como un niño y salta hacia su palco cuando Djokovic firma una doble falta que le sentencia. Gana el número dos del mundo, gana el mejor jugador de la tierra. Rafa Nadal es único.
«Es un momento inolvidable»
Rafa Nadal no ha ocultado que está viviendo un día "inolvidable", después de hacer historia y sumar este lunes su séptimo título de Roland Garros, que le permite superar al sueco Bjorn Borg. "Gracias a todo el mundo. Quiero felicitar a Nole y a su equipo porque han hecho un torneo increíble, para mí es un privilegio estar aquí y jugar contra el mejor jugador del mundo. Muchas gracias a todo el mundo que ha hecho posible que éste sea el mejor torneo del mundo", aseguró un emocionado Nadal tras escuchar el himno español.
Por: www.abc.es