Lo llamaban "Miguel".
En abril, la policía de Haití encontró a un niño desnudo en un agujero, cerca de la frontera entre Haití y la República Dominicana. Estaba malherido a golpes, no había comido en varios días y era incapaz de articular palabra. Por eso lo llamaron simplemente "Miguel".
El es la cara del tráfico humano en un país cuyas fronteras porosas son una oportunidad para quienes compran, venden o secuestran niños. Las autoridades dicen que a menudo estos niños son comerciados con fines sexuales, para utilizar sus órganos o como mano de obra infantil.
Esta es la historia de "Miguel".
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